Soy humilde. Como los tiempos en los que nací, como los siglos en los que me tocó vivir, como en las décadas del hambre que soporté y vencí.
Me llaman dobladillo. ¿Simple, verdad? Y sí, solo soy eso: un dulce pliegue de masa, escaldada, tan tierna que me tienen que volver a doblar una y otra vez para que tome consistencia, para que no me escape como el aire.
Soy lo más parecido a Alquézar. Sabroso, tradicional y bello. Pero no me han hecho con piedra, sino con harina y azúcar. Y, a veces, según prefieras, me llenan de almendra y miel, de canela, de cabello de ángel o de chocolate, para que me derrita dentro de ti.
Soy auténtico. Las manos que me hacen diariamente son las más experimentadas. Los maestros reposteros de la Panadería L’Artica no reparan ni en medios ni en tiempo. Sobrios, sí, pero también afectuosos, haciéndome de la mejor materia prima cosechada en los campos del Somontano de Barbastro. Cálidos, pero sin quemarme, cocido a fuego lento en un horno de leña que sabe a tiempo y a experiencia.
Ahora me quieren no solo grande y pletórico…. también me desean pequeño, para que recorras todos mis sabores, para que degustes de un bocado toda mi consistencia. Para, en definitiva, que la felicidad que sientes por estar en Alquézar pueda viajar y compartirse lejos de aquí pero siempre entre amigos.
Soy tuyo. Recuérdalo como lo harás con Alquézar. Comparte mi sabor.